Hoy domingo no fui a la iglesia, cosa que de todos modos no hago desde, a ver, ¿1961? pero sí a la feria de Tristán Narvaja, adonde como ya dije, me gusta acudir cuando puedo para contagiarme de la particular animación y alegría tan típicamente montevideanos que imperan en sus calles colmadas de público, sentimientos expresados de forma magistral y definitiva por escritores como Onetti
(link), por ejemplo.