Nuestra inevitable preocupación por el dinero conlleva una necesidad no deseada, la de la seguridad. Esto no está siempre relacionado con su cantidad. Conocí una vez un "ciruja", o "linyera", como quieran llamarlos, que me contó que además de su carrito con cachivaches tenía un perrito para que se los cuidara, porque cuando se echaba a dormir por ahí, al descampado, otros colegas podían (y lo habían hecho) robarle sus modestas pertenencias.