martes, 24 de octubre de 2017

Pantalla tóxica

Iba caminando completamente absorto cuando al pasar frente al NN, ese café en el que solía parar hace algún tiempo a escribir algunas tonterìas, sentí que un escalofrío de terror hacía todo el periplo vertebral, coxis, sacro, lumbares, dorsales y cervicales, al recordar de pronto (¡bendita memoria!) al Eternauta (link) y la nieve tóxica que cubría el planeta. Esta vez no se trataba de nieve, como queda claro en la foto (y las fotos no mienten) sino de una de esas malignas pantallas paralizadoras a las que me he referido repetidamente, aunque sospecho que no lo suficiente. Cubriéndome el rostro con mi cámara-talismán de probada eficacia (su cuerpo, digital, es de última generación, pero su objetivo, un certero y leal Summicron de 35mm me acompaña a todas partes desde 1973, nada menos). retrocedí lentamente hasta quedar fuera de su mortífero (¿o era soporífero?) alcance y a paso redoblado y tragándome mi orgullo vulnerado, me perdí en la noche.