Al llegar a la Ciudad Luz estaba deseando volver a repetir la agradable, más que agradable en realidad, experiencia de sentarme en la mesa de un café, en la vereda, a tomar algo, café preferentemente, admirando la belleza edilicia. Así que me registré en el hotel, dejé apresaduradamente mi equipaje en la habitación y bajé corriendo a la calle para dirigirme al primer café a mano y...¡ups!
Paris ya no es lo que era...