El partido de fútbol femenino que se disputaba en la cancha situada enfrente a la escollera Sarandí estaba en su apogeo. Pero la jugadora disidente no se acercaba a verlo. Es más, mantenía una buena distancia con el evento y así la barrera de espectadores le ocultaba su desarrollo. Pero ella no cedía y prefería permanecer alejada, con su pequeña pelota a su lado, como magro consuelo. Era una jugadora de principios.