sábado, 22 de diciembre de 2012

Decepcionado

Cómodamente sentado bajo su sombrilla y con el mate a mano, el hombre se sentó ayer 21 a contemplar el espectáculo inefable del tan anunciado fin del mundo. Esperaba ver rasgarse el cielo y surgir a los cuatro jinetes, los del Apocalipsis, al tiempo que una ola gigante, un macro-tsunami avanzaba hacia el continente para arrasarlo todo a su paso. Pero no, nada de final catastrófico, apenas el calor implacable del sol, bien cargadito de rayos ultravioletas de los malos, al  acecho de cualquier desprevenido bañista para inducirle un buen melanoma. Otra tarde aburrida de diciembre.