lunes, 26 de noviembre de 2012

Antes del ataque

Hace unos cinco o seis años había, a la entrada de la escollera Sarandí, un puesto de venta de bebidas y comestibles. Su aspecto era decadente, muy montevideano y consistía poco menos que en un carrito de chorizos apenas mejorado. Un aciago día un grupo de urbanistas, seguramente pertenecientes al selecto grupo de los Illuminati, decidió, concurso mediante y con todas las garantías del caso, barrer con todo lo que había allí afeando el paisaje y en su lugar construir una plaza  ad hoc. El proyecto seleccionado consistió en un diseño innovador que concluyó en una construcción curiosa de corte post-apocalíptico, un paisaje que sugería una zona alcanzada por un ataque nuclear sorpresivo y exitoso. No importó que el modesto carrito proveyese de tortas fritas, chorizos, refrescos y agua caliente para el mate a los cientos de montevideanos que iban a pescar a la escollera o simplemente a pasear cada fin de semana. Ahora no hay nada, solo un páramo, que aunque ya no es radiactivo, sí presenta, por su peculiar construcción, riesgos extremos para los pequeños, que podían caer de lo alto de una de sus lados como de una roca Tarpeya. Esta publicación pretende apenas rendirle homenaje a todos los artistas del diseño urbano que, con competencia y ahínco, perseveran en su objetivo erradicar de la ciudad todos los espacios, que aunque sean  caros a los ciudadanos, no se ajusten a sus sofisticados criterios estéticos.