Fue en la víspera de la celebración de la Fiesta de Casabindo, en la puna jujeña, en el norte de Argentina. Ellas estaban a la entrada de la pequeña iglesia del poblado -más bien un caserío- y afuera se agrupaban los "samilantes", celebrantes ataviados elegantemente con plumas de avestruces, que agitaban ceremoniosamente corderos cortados al la mitad. La señoras me recordaron a Shakespeare, por aquello de (las brujas de) Macbeth, aunque eran simpáticas, si bien algo taciturnas.