domingo, 8 de enero de 2012

Enero

No hace falta decir que no todos los montevideanos han evacuado la ciudad ante el impetuoso arribo del verano. Algunos nos hemos quedado a defender la plaza, en una actitud compuesta por partes iguales de heroísmo y de resignación. Pero para nosotros, la mágnifica rambla, permanentemente acosada por los siniestros especuladores inmobiliarios, es un alivio y un maternal consuelo. Poder sentarse a leer al solcito, frente al mar, es algo que no tiene precio y que por otra parte, es gratis.