Pasé frente a la Biblioteca nacional justo cuando se estaba desarrollando esta escena curiosa: Benedetti, a la derecha, recostado sobre una columna, miraba con aire divertido cómo el pobre Sócrates (el futbolista, no, el otro, el menos conocido), probablemente molesto a causa de aquel viejo asunto de la cicuta, se quejaba de los irresponsable "creativos" que le habían grafitado el pedestal del monumento.Ya no hay respeto por los filósofos, ¡qué barbaridad!