Allá arriba, echada sobre el techo del Palacio Legislativo, la pobre esfinge se aburría a muerte. "No hay derecho", se quejaba melancólicamente, "estos uruguayos opinan de todo, creeen saberlo todo, ya nadie utiliza mis habilidades predictivas, las esfinges sabemos mucho de adivinanzas..." Y en ese mismo momento, más abajo, sentados en la mesa de algún café o acodados a la barra, un grupo de amigos dictaminaba alegremente acerca de la solución definitiva de todos los problemas: fútbol, política, economía, lo que viniese. Una maravilla de la naturaleza, algo así como un país enteramente poblado por esfinges...
domingo, 16 de octubre de 2011
La esfinge
Allá arriba, echada sobre el techo del Palacio Legislativo, la pobre esfinge se aburría a muerte. "No hay derecho", se quejaba melancólicamente, "estos uruguayos opinan de todo, creeen saberlo todo, ya nadie utiliza mis habilidades predictivas, las esfinges sabemos mucho de adivinanzas..." Y en ese mismo momento, más abajo, sentados en la mesa de algún café o acodados a la barra, un grupo de amigos dictaminaba alegremente acerca de la solución definitiva de todos los problemas: fútbol, política, economía, lo que viniese. Una maravilla de la naturaleza, algo así como un país enteramente poblado por esfinges...