martes, 10 de mayo de 2011

Paharganj

Acostado sobre su modesto carrito -acaso su única posesión- que de día le sirve para trabajar, el hombre duerme apaciblemete en medio de la calle. ¿Sueña, acaso, con volar a lugares lejanos, o quizás con etéreas bellezas de cabellos rubios? Quizás apenas con un buen plato de comida, o un entretenido partido de cricket. Su sueños pertenecen a un mundo que nadie más que él podrá jamás visitar, ni siquiera como invitado. En eso, al menos, todos nos parecemos.