"Es un cimarrón, ¡mire qué dientitos tiene!" -me dijo con orgullo mientras le entreabría el pequeño hocico. "Lo necesito para que me cuide, porque vivo en la calle ¿vio?" -continuó, ofreciéndome una media sonrisa- "porque me faltan los dientes".
"La perra, cuando estoy dormido y alguien se acerca, ladra y me avisa" -dijo después- "la calle es brava".
El animalito terminó de beber, el hombre lo colocó sobre las cosas viejas que se amontonaban en su carro y siguió su camino en dirección a la rambla, deteniéndose aquí y allá para ver qué más podía haber que le sirviese, siempre acompañado por sus mejores amigos.