jueves, 9 de septiembre de 2010

Ello

Llegué a la curva del Parque Rodó, frente al río-como-mar y allí estaba, en silencio, una presencia ligeramente ominosa. En un primer momento lo tomé por un crucificado, pero de inmediato noté la raída alfombra roja a sus pies, parcialmente cubierta por la arena escapada de la playa, y el pequeño parlante a su lado, como para vocear su mensaje, y lo comprendí todo. Me hallaba frente a un Ser Primordial, escapado de una novela de Lovecraft, en permanente acecho. Tenía escrito su impostergable mensaje en lo que vendría a ser su tórax, pero afortunadamente estaba en alguna lengua olvidada y era un galimatías absolutamente incomprensible, y eso me salvó. Huí despavorido y ahora emito el correspondiente aviso a los caminantes: ese ello sigue allí, a la espera, no quiero siquiera imaginar lo que puede ocurrir cuando cae la noche.