miércoles, 11 de agosto de 2010

Enrique y sus perros

Nos conocimos corriendo por la rambla, hace ya varios años. Correr, corría él, que se entrenaba para sus carreras. Yo, trotaba apenas unos siete u ocho kilómetros, pero la intención era la misma. También lo veía pasar en bicicleta hacia el mar con su perro detrás, para que hiciese ejercicio. Después esos paseos comenzaron a ser más cortos; el animal envejecía y además tenía un problema congénito en la cadera que se había acentuado con los años. El tiempo es implacable con todos. Un día dejé de verlo y le pregunté a mi amigo si tenía algo. "Vejez" -me dijo- "No lo saco porque ya camina con dificultad, y además por el frío..." Hace algunos días me lo encontré paseando a un cachorro, su nuevo compañero. Me ofrecí a retratarlo junto al perro viejo para que tuviese una imagen que le ayudase a anclar mejor su recuerdo. Jamás nos referimos directamente al día en que el animal se muriese, pero los dos sabíamos que hablábamos de eso. Le hice unas tomas en su comercio, donde vende hermosos objetos cotidianos que se volvieron coleccionables porque fueron cobrando valor con los años. El tiempo es más clemente con los objetos inanimados que con los seres vivos.