viernes, 16 de julio de 2010

La sombra

La elegante dama del vestido blanco -que imaginamos, idealmente, hermosa y en la flor de su juventud- despierta la envidia de muchas de las mujeres que pasan frente a la vitrina donde se halla, día y noche, precisamente para ello, para que la envidien. Quizás olvida que todo ser humano joven y bello arrastra consigo, aunque no se dé cuenta, otro ser parecido, que puede ser alguien entrado en años y con más kilos, quizás vestido con un grueso abrigo y con la cabeza cubierta por un simple gorro de lana, en las antípodas de su refinada elegancia. Apostar únicamente a la juventud y a la belleza es una opción condenada al fracaso, algo que mucha gente que conozco no parece tomar en consideración.