domingo, 11 de octubre de 2009

Iguales

Me hallaba en la población de Abra Pampa, en la Quebrada de Humahuaca, en el norte Argentino, camino de una fiesta religiosa cercana, adonde tuve que quedarme a pernoctar, pues el autobús local que debía tomar salía recién a la mañana siguiente.
Dejé mi bolso en el modesto hotel que encontré, creo que el único que había, y de inmediato salí a recorrer las calles del lugar.
Fue entonces que me crucé con un grupo de personas que llevaban a pulso un féretro y picado de curiosidad, los acompañé hasta la iglesia, adonde se celebraría la misa de difuntos. Me dijeron que la muerta era una viejita y me señalaron a un hombre joven, su único hijo.
Al llegar a la iglesia, me llevé otra sorpresa: la misa se celebraría con dos cuerpos presentes, pues otra mujer había muerto el mismo día -su comadre, me dijeron- y el cura oficiaría la ceremonia para ambas al mismo tiempo.
La finada cuyo humilde cortejo yo había acompañado había sido muy pobre, sus deudos ni siquiera habían podido pagarle un servicio fúnebre normal y el basto féretro estaba colocado delante del altar apoyado sobre unos simples casilleros de refrescos. A su lado, su comadre descansaba en un cajón algo más caro apoyado sobre unos soportes adecuados. La desigualdad económica que habían tenido en vida se manifestaba también en esos últimos momentos compartidos ante sus deudos.
Pero ya no importaba, la Gran Igualadora había tomado las riendas y el pasado no contaba, como dijo Manrique en estos versos que recuerdo del liceo,
"Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;

allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
"