martes, 8 de septiembre de 2009

Mineros

El famoso "carnaval minero de Oruro", en Bolivia, muy publicitado, hace tiempo que dejó de ser un festejo puramente minero, ya que sus comparsas están integradas frecuentemente por gente que no es del lugar. En cambio el más humilde que se lleva a cabo en la histórica ciudad de Potosí, es mucho más auténtico, o al menos lo era cuando yo lo fotografié, en 1989.
Se celebra un par de semanas antes que el carnaval normal y es realmente espectacular. Desde muy temprano por la mañana los mineros de las minas del estado y de las diferentes cooperativas que se ocupan de horadar esa suerte de queso Gruyère de piedra que es el Cerro Rico, se reúen junto a sus familiares en sus respectivos lugares de trabajo, ataviados con ropas relucientes, que deben alquilar, pues muchas veces son demasiado pobres para poder adquirirlas. Tras una serie de rituales y copiosas libaciones con pisco que duran horas, los diferentes grupos, precedidos por sus respectivas bandas de músicos e imágenes religiosas, comienzan a descender el cerro, como serpientes multicolores reptando a lo largo del árido paisaje. Para animar un poco más la fiesta, algunos van arrojando por el camino "petardos", eufemismo que designa a trozos de cartuchos de dinamita, una herramienta de uso diario del minero, que además de estruendosos, hacen volar pedruscos en todas direcciones, lo que ofrece un toque de emoción suplementario.
Los músicos de la foto estaban calentando el pico por la mañana -ese día lloviznaba y estaba fresco- antes de comenzar el descenso desde el socavón. A media tarde, cuando el cortejo se iba aproximando a su destino, la Plaza del Minero en la ciudad, casi todo el mundo andaba escorado a causa de las libaciones, incluyendo a los visitantes como yo, vencidos por el fuerte pisco bebido en ayunas y potenciado por la altitud, pues Potosí está a 4.000 metros de altitud y las minas unos 200 ó 300 metros más arriba.