
Tendido cómodamente bajo la protección de su sombrilla, el hombre lo ve correr, o quizás no lo está viendo sino que su mirada se pierde a lo lejos.
Así pasa la vida, lenta pero inexorablemente y puede ser que ese hombre sea un sabio que ha descubierto que no vale la pena afanarse, que todo da igual y que la vida es como un rio que fluye, simplemente, y que se va para no volver.
A orillas del Ganges la gente nace, vive y muere feliz de poder bañarse en sus aguas y en ciertas épocas del año los amaneceres son tan maravillosos que cuando uno los ve comprende que ya no puede esperar nada mejor.