lunes, 29 de junio de 2009

Montaña ariba

Salimos al atardecer de Tilcara, en la Quebrada de Humahuaca, en el norte argentino. Caminamos toda la noche por desfiladeros de montaña apenas iluminados por la luna, hacia el santuario de la Virgen de Punta Corral en medio de los cerros. Tras varias horas de marcha nos dimos cuenta de que no llegaríamos a tiempo, pues la peregrinación trayendo la imagen de la santa comenzaría a bajar la montaña en pocas horas más. No sabíamos cuánto faltaba, los pocos peregrinos que nos sobrepasaban raudos no sabían darnos indicaciones muy precisas. Tampoco supe nunca -estuve cuatro veces en total- qué distancia había desde el poblado. Unos decían treinta, otros, más moderados, veinte kilómetros. El problema es que eran kilómetros cuesta arriba, se partía de una altitud de 1.700 metros sobre el nivel del mar para llegar a unos 3.400 y el "soroche", el mal de la altitud, es implacable con los no iniciados.
Finalmente, exhaustos, nos refugiamos en un campamento situado en un pequeño valle antes de la larga subida final, la más penosa, adonde ángeles guardianes esperaban a los viajeros para reconfortarlos con comida y bebida calientes.
A media mañana, la peregrinación, en medio del retumbar de tambores y de los acordes disonantes de las flautas "sicuris", las flautas de Pan locales, llegó adonde estábamos, pero algunos viajeros, tan agotados como nosotros, se perdieron el espectáculo.
Ese día aprendimos que ser peregrino en la montaña no es cosa fácil para nadie.